17 de noviembre de 2010

ESFUERZO Y DOLOR


Esas dos palabras daban nombre al asunto del correo que me envió mi buen amigo Diego Esquinas, mayordomo de trono de la Esperanza, con una espectacular foto de los trabajadores del varal de la Virgen Perchelera.

Hay muchas palabras que servirían para definir lo que allí abajo se vive y se siente, pero creo que estas dos lo hacen perfectamente. Ambas dos están presentes a cada instante que estás ahí abajo.

Era la primera vez y los nervios estaban de punta. Durante la espera entre varales, se me repetían en mi mente mucho de aquello que me habían anticipado: "...como al segundo toque no estés ya abajo empujando, ni te enterarás..."; "...no sentirás nada igual debajo de un varal en tu vida..."; "...por mucho que te lo propongas no podrás sacarla una sóla vez y dejarlo..."; y un largo etc.

Pasaban los minutos, y por fin sonó la campana. Todo fue tal y como me lo habían descrito. No se equivocaron ni en una coma. Los acordes de su marcha de Coronación acompasaban su dulce paso hasta quedar Ella en su trono frente por frente a la puerta de salida. Entonces volvió a sonar la campana y el trono se detuvo. Antes de que las patas terminaran de posarse en el suelo, ya sabía que no sería la única vez que estuviera bajo Ella. Y así fue...

El reguero de sensaciones y sentimientos no para de fluir en toda la noche: cada vez que la campana llama a atención; cuando al segundo toque estás ya empujando y notas tal tensión en el varal que parece que se fuera a partir; cuando suena el tercero y el varal se despega por un pequeño instante de tu hombro para volver a caer con tal fuerza que hace que tus piernas se tensionen aún más si cabe; cuando ves como tiemblan tus manos y las de tus compañeros mientras se aferran al varal en pleno esfuerzo; cuando flaquean las fuerzas y te falta el aire, pero nunca te falta el agua ni el ánimo de tu compañero. Ese compromiso y esa fe de esos hombres de Esperanza que nunca faltan, que siempre están ahí, como Ella...

Cualquiera que haya estado bajo sus varales, sabe de lo que hablo y trato, modestamente, de compartir con todos vosotros. Acabas mal, muy mal diría yo, pero a la par contento y orgulloso del deber cumplido, y de haber estado una vez más junto a Ella. Ya te vas para casa después de un último abrazo, de un último beso, de una última mirada... Cansado y dolorido, y cómo si estuvieras en una nube, tratas de recordar cada instante de la madrugada. Empiezas a contar lo que queda para volver junto a Ella y le pides de nuevo que no te falten nunca las fuerzas para cumplir con tu compromiso.

Allí abajo se vive en su máxima expresión el arte, el compromiso y la fe de unos hombres de trono a los que tengo el privilegio de pertencer.

El Marqués

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