POR FIN LLEGÓ LA ESPERADA CUARESMA
Un mandamiento nuevo os doy, que os agarréis los unos a los otros como otros lo hicieron para levantar estos varales, que el sufrimiento sea el dolor del orgullo, los riñones la palanquita justa de las emociones, el medio pasito amistad verdadera bajo el metal de los sueños, el compañero un hermano más allá de todos los límites del trono, la vida un recorrido donde no caben los tangaos, el espíritu del varal un instante en cada momento de los segundos que compartimos, nuestra gente una familia, nuestro “grujio” el corazón, nuestros latidos el repique del metal, nuestro motor una palabra compañera, nuestro aire una marcha en cada esquina, nuestra partitura una voz en el Do de los buenos capataces, nuestra medida la justa proporción de hacerlo bien, nuestro trono el más grande regalo, nuestra amistad un sentimiento, nuestro saludo una seña de identidad, nuestra marcha el solo acompasado de los varales maestros, nuestra cruz los bandazos, nuestro palio el sufrimiento de la alegría mecida, nuestro tirón la vida de nuestra gente y nuestra gente una palabra compañera en cada momento donde hace falta arrimar el hombro. Un mandamiento por encima de todos, quererla como nadie la quiso, que somos el esfuerzo de Sus lágrimas y vale la pena Su nombre, sin Ella no crujirían los varales y el palio no sería el destello del compás de su gente, que Su plata sea barquita de los buenos pescadores del metal, que su trono sea ancla con hombros de romero dorado, o corona de esfuerzos para sus Dolores, o fragua de fuegos para su Zambra, Galera de marineros enrolaos en el compañerismo, Lacería de pasitos cortos para su mantilla, Caldera de buenas gentes para el sonido de los vagones del alma, pies para el malva de azabache trinitario, Almazara de oro para jornaleros del varal, Azahares de juventud para el futuro de la estirpe, conchas de la plata del mar de esta orilla nazarena o Victoria de Málaga con Málaga, operarios de los varales infinitos, espinas de los varales por su cara de Dios, nazarenos del metal por Su nombre de Madre.
Un mandamiento nuevo, que os arriméis para escuchar en los varales la voz de los que se fueron, mete el hombro compañero, que su nombre vale el cielo, llena de esfuerzos tu alma, aprieta los riñones en cada mecida, comprométete con sus lágrimas, que no caigan de nuevo, se el orgullo de tu gente que está contigo a una y defiende la vida de estos varales, el orgullo de quienes caminan sintiendo nuestra historia, viviéndola con el empuje presente y dejando el hueco de lo bien hecho del futuro, un mandamiento tenéis, sed hombres de trono hasta que el alma cruja de gloria, que ya sabéis que los tangaos no entran por la puerta de los cielos.
Francisco Luís Jiménez Valverde. Hombre de Trono.
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